28 agosto 2006

De vuelta a la tarea

¡Qué poco dura lo bueno! Cuando uno apenas empieza a disfrutar del descanso estival, se echa encima la hora de reincorporarse a la faena. ¡Y cómo! Tengo actualmente tanto trabajo que, si me multiplicara por 3 ó 4, aún estaría saturado. Esta es la razón por la que no he cogido el blog en la fecha prometida. Pero no caben más excusas: hay que ponerse al día con lo que acontece en nuestro entorno. Empecemos sin dilación.

El minicardenal Cañizares, que sigue en su línea de pensamiento clerical-falangista, ha sugerido, o mejor, reclamado que su ridículo e inexistente dios vuelva a ocupar el espacio que, según él, merece en nuestra sociedad. Para ello propone que se cuelguen de nuevo los espantapájaros cristianos en edificios de titularidad pública (ministerios, ayuntamientos, escuelas, hospitales, etc). Debo confesar que la medida me parece interesante, aunque no en los exactos términos en los que se expresa el preclaro arzobispo toledano. Debería ser una oferta abierta también a los restantes credos supersticiosos, y así no sólo el charlatán Yeshu ben Pantera, sino también el orondo Buda, la danzante Shiva o el tótem de Manitú deberían exponerse a ser contemplados por funcionarios, escolares o enfermos. Yo añadiría, claro está, la sacratísima imagen de Su Divina Majestad, el Monstruo Volador de Espaguetis, para que sus santos tentáculos tallarinescos ofrezcan una simbólica bendición a cuantos frecuenten los edificios públicos.

Quedaría por resolver el problema de las supersticiones anicónicas, como el judaísmo, el islam o el cristianismo protestante. En ese caso lo más razonable será colgar de las paredes, junto a los retratos de los dioses anteriores, a un rabino, un imán y un pastor, para que puedan soltar algunas de sus más conocidas peroratas ("shemá Yisrael", "Allahu akbar" o "Jesús te ama") a los transeúntes que tengan la imprudencia de pasar cerca de ellos y respirar su hediondo y enfermizo aliento.

Puede ocurrir, claro está, que no tengamos suficientes hechiceros religiosos disponibles para tanta oficina pública, e igualmente que la profusión de deidades pasadas, presentes o futuras obligue a decorar paredes enteras con las estampitas. En tal caso una solución es que haya una sola "fe verdadera", y que la Administración convoque un concurso público para determinar a cuál de las muchas confesiones existentes debe conceder el honor de considerarla como tal, y así permitirla que empapele dependencias y despachos oficiales con sus símbolos mitológicos. La condición es obvia: debe de estar en condiciones de demostrar que esta creencia sea realmente la religión auténtica y definitiva. Pero mientras aguardamos a que las iglesias, sinagogas, mezquitas, pagodas y lamaserías preparen las alegaciones para demostrar la existencia de sus respectivos diosecillos (y realmente vamos a tener que esperar mucho, mucho tiempo), sigamos con un rápido vistazo a la actualidad.

Continúan llegando cayucos a las Islas Canarias repletos de inmigrantes ilegales. Qué bien, ¿no? Los empresarios (algunos, no todos) seguirán teniendo mano de obra barata a la que explotar sin escrúpulos y, con ello, bajan también los salarios de los trabajadores que compiten en los mismos sectores laborales a los que se incorporan estos recién llegados. Mientras tanto, los españolitos de a pié vemos cómo se saturan nuestros servicios sociales (sanidad, educación...), que no están preparados ni para atender la demanda nacional, ¡no digamos también la extranjera! Pero hay que recordar que la inmigración trae muchas cosas buenas, como el multiculturalismo, si bien muchas de esas culturas no sepan ni remotamente lo que son los derechos de la mujer, por ejemplo, o la convivencia y el respeto a la diversidad en el seno de una sociedad democrática.

Pero estos inconvenientes son peccata minuta, y así lo han entendido también los partidos políticos españoles, que parecen dispuestos a conceder el derecho de sufragio en las elecciones municipales a todo inmigrante con residencia legal en España. La vigente Constitución exige que esto se haga en relaciones de reciprocidad con los países de origen de esta gente, lo que es totalmente ridículo, puesto que la mayoría son naciones falsamente democráticas (Marruecos, Senegal, Mauritania...), cuando no abiertamente dictatoriales (China, Cuba). No creo que los españoles residentes en alguno de estos lugares tengan un especial interés en participar en sus "elecciones" municipales, así que esta "reciprocidad" sólo es ventajosa para los inmigrantes extranjeros. Y tengo que decir que me daría miedo ver al "partido de dios" (Hizbulá) gobernando en localidades con fuerte presencia magrebí (El Egido, sin ir más lejos).

Bien sé que por decir todo lo anterior voy a perder lectores. También habrá quien piense que me ha afectado algún virus neocón o algo así. Nada más lejos de la verdad: lo que realmente ocurre es que no comprendo cómo la izquierda cree todavía que un musulmán marroquí o un evangélico ecuatoriano pueden compartir su ideario. ¿De verdad piensa Llamazares que a la comunidad inmigrante de Colombia, por ejemplo, le importan los derechos de las personas homosexuales? Quizá sí, pero para negárselos. ¿Está convencido en serio Rodríguez Zapatero de que a los musulmanes pakistaníes les impresionan las políticas de igualdad de género? No cabe duda, pero para abolirlas. ¿Méndez y Fidalgo creen que a los emprendedores chinos les interesa la jornada laboral de 40 horas semanales? A la vista está la competencia desleal que hacen a los comercios tradicionales.

En fin, los ideales de la democracia occidental han tardado siglos en cristalizar, y cuando aún no los tenemos bien establecidos, ni del todo defendidos (recordemos las manifestaciones casi diarias de los jerarcas de la secta católica, o de los mercenarios que hablan desde los micrófonos episcopales), recibimos continuas remesas de nuevos vecinos a los que hay que domesticar enseñándoles nuestros valores. ¿Estamos preparados para ello? ¿Están dispuestos ellos a dejarse asimilar? Permítaseme dudarlo.

Hasta aquí la parte facha del artículo, ahora empieza la roja.

Lo triste del asunto es que estos inmigrantes no vienen por apetencia. Vienen porque es su única alternativa a la miseria y a un futuro sin futuro. Se mueren por llegar a Europa, literalmente hablando, porque aunque muchos de ellos no dejarán de ser pobres aquí, incluso eso es mucho mejor que seguir en sus países de origen. Y la cosa tiene difícil arreglo; al menos a mí no se me ocurren soluciones milagrosas, quizá porque no las hay, y no me apetece repetir los tópicos de la cooperación internacional, la ayuda al desarrollo y demás zarandajas, porque eso es darles dinero con una mano y robárselo con la otra. Supongo que la solución pasa por encontrar una alternativa viable al capitalismo, una suerte de economía social no estatalizada o algo por el estilo. Como yo no me dedico a teorizar sobre macroeconomía, poco puedo añadir al respecto, pero sí estoy seguro de una cosa: no habrá ninguna acción eficaz en la lucha contra la pobreza que no pase por el control de la natalidad.

Así de crudo y así de simple lo veo: si a los españoles, que se supone que somos un pueblo más o menos próspero, nos resulta onerosa la crianza de más de un hijo por pareja, no resulta razonable que la media de hijos por mujer en el África subsahariana se acerque a 4, y por ahí ronda también entre las clases populares de América Latina. La solución no es exportar al rico Occidente ese excedente humano, entre otras cosas porque las personas no somos mercancías. Tampoco somos animales y no tenemos que procrear forzosamente una nueva vida cada vez que hacemos el amor. Existen alternativas a la sobrepoblación, y no me refiero a la boba y torturada castidad que predican los pederastas degenerados de la secta católica. Los anticonceptivos bien usados permitirían a nuestros congéneres iberoamericanos, magrebíes, asiáticos y subsaharianos tener una vida sexual satisfactoria al tiempo que llevar una a cabo una paternidad responsable. Pero chocamos en esto, como en casi todo lo razonable, con la enconada oposición de la enseñanza criminal de los adoradores del estafador galileo. Así les va. Así nos va.



Breve: Me comunican desde la revista digital Trasversales que me han puesto un link desde su página. He estado leyendo alguno de sus artículos y la verdad es que son bastante interesantes, si bien no comulgo mucho con el socialismo libertario. Pero en la variedad está el gusto, y un servidor, además de ateo, es partidario del librepensamiento en casi todo. Así que a mi vez me complazco en añadirles a ellos entre mis enlaces, y recomiendo a cuantos lectores me soportan a que se pasen por allí de vez en cuando.
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