02 octubre 2006

Derecho divino y Derechos Humanos

Aunque parezca mentira, no voy a hablar del vergonzoso acuerdo de financiación de la imbecilidad católica al que ha llegado el Gobierno español con esa mafia mitrada; y no lo voy a hacer por extemporáneo y porque ya está todo dicho. En vez de eso, hoy toca hablar de algo que ya se comentó los pasados meses, cuando los meapilas montaron aquel jaleo de la visita de Ratzinger a Valencia para presidir el encuentro internacional de familias extreñidas: que el Estado vaticano no se ha adherido aún a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

¿Y a quién puede sorprender que una secta como la católica, con su oscuro pasado criminal (vocación que mantiene hasta el día de hoy), se niegue a reconocer la dignidad humana recogida en una Carta de Derechos? Esta vana superstición, que con tanta vehemencia condena el amor entre homosexuales, la emancipación de la mujer, la investigación científica (desde Galileo hasta las células madres) o la libertad de conciencia (agradezcámosle su franqueza a León XIII), esta multinacional del fraude, jamás ha pedido ni pedirá perdón por su connivencia con los fascismos italiano, alemán o español. Esta agrupación de degenerados (donde el que no es un pederasta convicto -o presunto- es un erotófobo patológico) nunca se ha disculpado por apoyar y sostener los variados regímenes dictatoriales latinoamericanos (salvo, por razones obvias, el castrismo cubano y, en su día, el sandinismo nicaragüense). Este burdel vaticano, donde se prostituye la verdad con sucedáneos "divinos", ni siquiera se ha tomado la molestia de rechazar formalmente la mayor lacra que jamás sufrió y aún sufre la humanidad: la esclavitud, práctica que esta organización ha tolerado a lo largo de los siglos y de la que incluso se ha beneficiado. En vano se puede buscar una declaración doctrinal católica en la que se amenace a los traficantes de personas con los imaginarios fuegos del no menos imaginario infierno. No en balde su fundador Yeshu ben Pantera les conminó a hacerse ellos mismos "pescadores de hombres", otra sutil forma de servidumbre que permite a estas ratas con sotana vivir a costa de los sujetos a quienes han esclavizado (pescado) lavándoles el cerebro.

Pero, en fin, ¿cuál es la razón de la incompatibilidad radical entre la superstición cristiana (o judía, o musulmana, o hindú, o...) y el reconocimiento y aplicación de los Derechos Humanos? Podemos descubrirlo indagando un poco en las bases filosóficas donde se asientan la una y los otros.

La misión del Derecho, de la ley, ya sea moral o jurídica, no es o no debería ser otra que la de hacer posible la coexistencia más o menos pacífica entre los hombres; en suma, evitar que nos devoremos unos a otros. Los utilitaristas ingleses del siglo XVIII hicieron este descubrimiento y dieron el salto prodigioso al afirmar que la ley no puede invadir parcelas de la vida humana que sean irrelevantes para la convivencia: es la más temprana defensa de la libertad de pensamiento y conciencia. Un poco más adelante en el tiempo, incluso el poco ilustrado Rousseau ya se atreve a proclamar que la ley debe ser fruto de una ambigua "voluntad general". ¿Y cuál habrá de ser ésta? La Revolución Francesa nos dará la respuesta: la voluntad general la manifiestan los órganos legislativos que representan al pueblo que ha de recibir esa ley. Tenemos, pues, los dos principios sobre los que se fundamenta la teoría occidental del Derecho: por un lado, la primacía del individuo y la preservación de sus libertades en lo que no afecte objetivamente a la colectividad; por otro, la ley como expresión de la voluntad de esa colectividad que va a ser su destinataria.

¿Qué ocurre con la religión? Que introduce un tercer elemento extraño en la ecuación, un concepto abstracto (por falso e irreal) llamado "dios". Este sujeto es, al mismo tiempo, titular de todos los derechos y acreedor de todos los deberes: todos los hombres están obligados para con "dios" y han de cumplir sus preceptos, y éste, a su vez, tiene derecho a disponer de las vidas y bienes de aquéllos como mejor se le antoje. Pero, ¿qué o quién es "dios"? La pregunta resulta irrelevante: "dios" será, siempre, lo que sus portavoces e intérpretes profesionales decidan que sea en cada momento.

Atención a la jugada: se sustituye como fuente del Derecho a la voluntad general, que es el acuerdo entre los destinatarios de la ley, por los tejemanejes de unos hechiceros. El engaño funcionó relativamente bien hasta que la Ilustración lo puso todo patas arriba: Bentham, Thoreau y hasta el antipático Locke (que no nos apreciaba demasiado a los ateos) pusieron de manifiesto, poco a poco, el negocio fraudulento de curas y pastores. Las clases cultas europeas y americanas empezaron a desconfiar de las legislaciones "emanadas" de supuestos seres sobrenaturales a través de profetas interpuestos que tienen en ello su medio de subsistencia.

Así que los embusteros tuvieron que recurrir entonces a otro ardid: el del "derecho natural". Esta nueva engañifa ya había sido utilizada con anterioridad, pero de un modo tangencial y casi involuntario. ¿Para qué recurrir a sutiles explicaciones cuando se puede argumentar lisa y llanamente que el poder viene de "dios"? Pero cuando el tiempo hizo que las viejas componendas dejaran de ser creíbles, esta nueva escuela de pensamiento se convirtió en el buque insignia y, a su vez, salvavidas de los muchos intereses materiales de los dispensadores de bienes espirituales.

Pese a lo confuso de su nombre (pues ya dijo Hegel, en un raro momento de lucidez, que la naturaleza no conoce otra ley que la del más fuerte), el "derecho natural" alude a la existencia de una serie de "valores" que son consustanciales a la condición humana y que, en última instancia, son los que inspiran o deben inspirar la moral y la legislación. La idea es bonita, pero falsa, como casi todo lo que se inventan los curas y quienes les huelen los pedos. No hay nada como estudiar un poco de antropología para descubrir que lo que en unas sociedades son valores, en otras son contravalores, y viceversa. Los ideólogos del "derecho natural" parecen incapaces de asumir que en el hombre sólo son innatos unos pocos instintos animales muy lejanos, desde luego, de los valores "trascendentales" con que le quieren adornar.

Pero vayamos directamente al nudo gordiano de la cuestión: ¿qué son esos "valores" que preconiza el "derecho natural"? ¿Quién se los atribuye al hombre? La respuesta viene a ser la misma que al principio: "dios". En esto del Derecho ha ocurrido lo mismo que estamos viendo que pasa con la biología: como el rollo del Génesis bíblico es insostenible, se inventan lo del "diseño inteligente" como un mal menor. En el caso que nos ocupa, como ya no nos creemos que la ley tenga que venir de "dios", se inventan el artificio del "derecho natural", que es lo mismo pero poniendo de por medio un concepto a modo de maniobra distractoria.

¿El Estado vaticano aceptando una Declaración de Derechos Humanos, elaborada por los hombres para ellos mismos sin el concurso de "dios"? Imposible. Quizás en un universo paralelo...


Breve: El embajador de España ante la secta católica, el cada día más impresentable Francisco Vázquez, vuelve a mostrarse como un lacayo fiel de los "pescadores de hombres": léanse sus patéticas declaraciones. Pero las casposidades van por gustos. A mí, por ejemplo, ninguna me parece tan grave como venerar a un galileo parlanchín y llamarlo "salvador" y "redentor". Hay gente para todo.

Brevísima: Estoy harto de esta plantilla. Se supone que debería salir una gruesa barra de color rojo debajo del título del blog, y también deberían sombrearse las citas, pero nada. Dentro de nada me busco otra.

5 comentarios:

Ñbrevu dijo...

Anda, pues no sabía yo que el Vaticano no había firmado los DDHH. Claro que, qué íbamos a esperar de gentuza así.

Muy buen texto, como todos :).

Anónimo dijo...

Si las relaciones con el Vaticano se plantean, como es habitual, en términos de estricta y desapasionada relación diplomática convencional, resulta curioso que nadie haya llamado la atención de que el Vaticano se trata de un estado que discrimina por razón de sexo -algo bien evidente- por razones de creencias religiosas -algo más obvio todavía pero inaceptable en la relación con cualquier estado civilizado- y por razón de creencias políticas, algo que lógicamente está relacionado con lo anterior. En conjunto, tener un embajador en la Santa Sede es como enviar un cónsul permanente al peor sitio de la Edad Media.

Anónimo dijo...

El motivo que dan los juristas de El Vaticano es que la declaración de DD.HH. va contra el derecho canónico, especialmente en lo de igualdad entre hombres y mujeres y la libertad religiosa.

Muy revelador que el derecho canónico, de obligatorio cumplimiento para todos hace pocos años, sea incompatible con los derechos humanos.

cartasnuevas dijo...

Soy religioso y por vez primera leo su blog. Lo encontré porque como escritor, estoy investigando sobre los ateos. Su forma de escribir me obligó a enviarle este mensaje. No lo voy a criticar. Usted tiene toda la razón. Personalmente me ha llenado de energía leer el contenido. Quisiera felicitarlo aunque no se si este haciendo lo correcto. Usted se va a sorprender al saber que soy obispo anglicano y que sus líneas, m han dejado una gran enseñanza y reflexión. Mañana continuo leyendo. Son las 3.00 de la mañana y debo ir a dormir por lo menos dos horas. Reciba mi saludo y despues le haré mi comentario personal mas detallado. Leonardo Marin-Saavedra (Leomas17@aol.com)

Unknown dijo...

¿...saber de las cosas que puede ser capaz un hombre o una organizacion?. somos consecuencias de nuestros continuos errores y fracasos y muy poco o nada de los errores del projimo. asi como tu o como yo habra seres dotados de inteligencia que entenderan lo que parafraseare...

" no abuses de la ignorancia del pequeñito...la verdad no la podes tener tu. la mentira la podes adornar con verdad. pero es facil detectar que dentro del manto con que cubres tu voz hay un lamento de niñez al oir a su padre vejarlo en un mayo que hay dentro de tu ser..." me dio gusto encontrarte asi que seremos amigos si lopermites, si es que los derechos universales te lo permiten o de lo contrario en el mundo en donde conoces mejor... hasta la proxima...

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